La escena de apertura de la película Lincoln de Steven Spielberg en el 2012, abre apropiadamente con un recital del discurso de Gettysburg. A muchos Estadounidenses se les pide leer el discurso de Gettysburg alguna vez durante su carrera universitaria. Los retóricos lo han estudiado y se han maravillado con esta corta oratoria que ha vivido por siglos como uno de los más grandes discursos de Estados Unidos. Algunos dicen que es debido a que es piadosamente corta. Discursos en estos días duran horas, el de Gettysburg dura quince minutos. Otros notan su ritmo poético, figuras retoricas magistralmente aplicadas y lingüística. Pero por supuesto en este mensaje, la poderosa visión emparejada con la experta oratoria del decimosexto Presidente que hace que las palabras resuenen en el alma.

La película comienza justo antes de la batalla de Wilmington donde Lincoln está hablando a dos soldados morenos, preguntándoles acerca de sus vidas como hombres libres y como soldados. Ellos son interrumpidos por dos soldados blancos jóvenes que se quedan estáticos al ver al Presidente Lincoln. Ellos explican que el discurso de Gettysburg es lo que los convenció a tomar las armas y comienzan a recitar el discurso:

“Hace ocho décadas y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación concebida en la libertad y consagrada al principio de que todas las personas son creadas iguales.

Ahora estamos empeñados en una gran guerra civil que pone a prueba si esta nación, o cualquier nación así concebida y así consagrada, puede perdurar en el tiempo. Estamos reunidos en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos venido a consagrar una porción de ese campo como último lugar de descanso para aquellos que dieron aquí sus vidas para que esta nación pudiera vivir. Es absolutamente correcto y apropiado que hagamos tal cosa.

Pero, en un sentido más amplio, nosotros no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este terreno. Los valientes hombres, vivos y muertos, que lucharon aquí, ya lo han consagrado, muy por encima de lo que nuestras pobres facultades podrían añadir o restar. El mundo apenas advertirá y no recordará por mucho tiempo lo que aquí decimos, pero nunca podrá olvidar lo que ellos hicieron aquí. Somos, más bien, nosotros, los vivos, quienes debemos consagrarnos aquí a la tarea inconclusa que los que aquí lucharon hicieron avanzar tanto y tan noblemente.”

Ellos son llamados a reunirse con su grupo y los dos soldados morenos siguen con el recital. A medida que las palabras emergen de sus labios, el significado del compromiso de Lincoln y la promesa comprada con el derramamiento de sangre sobre los campamentos vuelve a la vida.

“Somos más bien los vivos los que debemos consagrarnos aquí a la gran tarea que aún resta ante nosotros: que de estos muertos a los que honramos tomemos una devoción incrementada a la causa por la que ellos dieron hasta la última medida colmada de celo. Que resolvamos aquí firmemente que estos muertos no habrán dado su vida en vano. Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra.”

150 años y todavía el mundo está trabajando para traer esta promesa no solo para una nación, sino para toda la humanidad.