En la sección religiosa del periódico el Guardián, la reconocida autora Karen Armstrong desmintió el mito de que la política y la religión nunca se deberían mezclar. Su tesis parece ser osada, especialmente entre la amenaza creciente de los grupos extremistas alrededor del mundo.
Sin embargo, para Armstrong, el reclamo no es tanto sobre “debería hacerlo” o “no debería hacerlo” si no una reorientación con la idea de la religión en sí. Ella hace una observación de que “antes del período moderno, la religión no era una actividad separada, esta impregnó todas las iniciativas humanas” he incluso ahora muchas culturas no tienen una palabra equivalente en Inglés para la palabra “religión.”
Para muchos, en la historia y en el presente, Hacer esto sería arriesgarse a vivir de una manera contraria a la manera en la que se supone que deberíamos vivir. En este documento yace lo racional de algo que muchos tildarían de irracional. Cuando se ve desde esta perspectiva podríamos ver como las religiones están supuestas a traer la paz–dentro de uno mismo, la familia de uno y la sociedad en general.
Sin embargo, rara vez tenemos paz, si es que la tenemos, en la historia humana.
Muchos reclaman que la religión es la causa de esto–la causa de la violencia, explotación y una lista de otros comportamientos detestables. Sin embargo, culpar a la religión en sí es dejar a los creyentes fuera del alcance. Esto sugiere que los creyentes son impotentes y desdichados para nuestro pasado, presente y futuro. Esto significa que no estamos libres ni somos responsables de lo que hacemos. Pero las grandes personas en la historia, los grandes líderes espirituales, artísticos, y los gigantes culturales de cada civilización y los innovadores sociales y científicos de nuestro propio tiempo, han demostrado que solo estamos limitados por nuestros propios conceptos de lo que pensamos que podemos ser.
Necesitamos comenzar a ver las religiones por lo que ellas son y por lo que significan a la manera en la que vivimos nuestras vidas. Hay puntos de profundas conexiones en y entre las fe profundas. Cuando nos conectamos en el diálogo interconfesional somos capaces de articular las verdades universales y los valores comunes que nos conectan a lo Divino entre civilizaciones, culturas e identidades construidas.
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